lunes, 10 de agosto de 2015

CREACIÓN LITERARIA

Docentes de la UCC
Barrancabermeja


Una anécdota familiar
Autor: Ovidio Pimentel Carretero[1]

La violencia ya es algo natural en nuestra vida actual.  A pesar de que se ha perfeccionado la civilización, seguimos encontrando demostraciones de violencia cada vez más sistematizadas. Colombia ha sido nombrada en varios tipos de estudios como uno de los países más felices del mundo; sin embargo, esto contrasta con la violencia que se ha registrado casi ininterrumpidamente desde la época Colonial. Siempre he pensado que he estado exento a esta situación, pero revisando mejor la historia familiar encuentro que sí he sido afectado, aunque no lo parezca: gracias a que mi padre decidió no alimentar sentimientos de venganza, la muerte de mi abuelo a manos de un godo en medio del periodo de la violencia, tan sólo es una anécdota familiar más.

Nunca he tenido que cargar con la violencia, pero hurgando un poco más en la memoria, la crónica roja siempre estuvo presente.  Recuerdo que en mi infancia me llevaban a visitar la familia extendida en Bucaramanga, y era allí donde, sin tener en cuenta la presencia infantil, recordaban los nefastos episodios en los cuales sonaban las botas de los chulavitas, que eran el anticipo de los excesos que se aproximaban, pero también las matanzas ejecutadas por cachiporros sedientos de venganza, por tanta sangre y ultraje acontecidos.  A pesar de todo esto, en mi ciudad Barrancabermeja nos hemos podido aproximar a hechos de violencia. Aunque siempre viví en una zona donde no había violencia explícita, era inevitable en ocasiones encontrar a la policía y a los cuerpos de investigación realizando levantamientos de cadáveres. 

Algo que siempre vivimos fue la imposibilidad de cruzar esa línea fronteriza del puente elevado, zona de dominio de movimientos insurgentes. Nunca tuve claro quiénes eran, pero sabía que no podía visitar a mis familiares que vivían en esa zona. 

La violencia está inmersa en nuestra forma de vivir, en nuestra cultura; tanto así, que los medios de comunicación se han apalancado en la violencia para ganar rating. Me llama mucho la atención que el nivel de tolerancia con la muerte da para hacer bromas con Pablo Escobar, quien se presentó como un potenciador de la violencia de nuestro país.  En fin, veo con ojos preocupados que la violencia 



[1] Profesional en Mercadeo.  Docente tiempo completo Universidad Cooperativa de Colombia. Área de actuación Marketing.  





Por un aleteo de paz
Autora: Cristina Arenas Sepúlveda[1]

Cuán corta y breve es la palabra paz y cuán infinita, profunda y esquiva su ausente presencia.  En Colombia la dibujamos cual paloma blanca, unas veces con las alas abiertas, otras atrapada en las manos de una persona y otras en vuelo;  y cuando ella, frágil ave, toma vuelo alejándose del suelo, doblega el alma del pueblo, quien constreñido de dolor, espasmos y furor vierte en lágrimas su desazón.

Se busca con afán, con paciencia y con violencia; ora allí o acullá; y en esta incierta realidad, la paz navega en un mar pleno de náufragos, de voces que se pierden en el vacío; marcha y trasiega por los  caminos sin fronteras; la paz no se halla, la paz es viajera; la han ido a buscar y no la encuentran; se reclama y proclama; se agita y palpita, ¿dónde estás paz?, ¿por qué te escondes?

En los círculos sociales, en las esferas de poder y en muchos triángulos perversos  se teje y cocina la receta de la paz; mientras en las grandes masas populares se escucha el grito sordo “Queremos la paz, queremos la paz” y ella, atascada en un enredo de preacuerdos, perdida en un entramado de temas y una alucinante lucha de poder… languidece.  El horizonte en el que se ha establecido el nido, es torpedeado desde una esquina y otra; unos y otros intentan desbaratarlo; son tan frágiles y vulnerables los nidos que ver aletear los polluelos es casi un acto sobrenatural; el de la paz, organizado allende el mar, está siendo destrozado en esta tierra, en este mar y en este pueblo que envejece en medio de la guerra.

Como dirían los curas, la paz no está fuera de ti, no la busques en otro lugar; ella permanece adormecida en las entrañas de tu alma; cultívala en ti mismo, cuida de ti y de lo que te rodea; empieza a sembrar pensamientos y actos plenos de humanidad. Existe, existe conscientemente, lúcidamente; abandona el mutismo; permítete ser viajero de la paz, que ella vaya en ti, que sea parte de tu lenguaje, de tus actos y de tu mirada; sé la persona de la paz.



[1] Licenciada en Filosofía y Letras.  Magister en Evaluación en Educación.  Docente de Tiempo completo Universidad Cooperativa de Colombia; con cargo Administrativo en el Centro de Investigaciones.


La mujer y la violencia
Autoras: Paola Calzada[1] y Elsa  Beatriz Valenzuela[2]

 “y eso que no sabemos mas que los números oficiales, que no nos imaginamos la cantidad real de mujeres asesinadas diariamente por esposos, ex esposos, amantes, novios y padres” Ana Lydia Vega, 1994
En posición conciliadora, la resistencia activa no violenta, inspirada en los principios de civilidad y autonomía, de respeto y amor, se ha constituido como  principal mecanismo para defender y construir los derechos que le han sido negados a la mujer.  Precisamente por su condición de clase y de género, este infortunio lo ha vivido de generación en generación y parece ser que solo ahora hay eco por un interminable registro de muertes nefastas de mujeres inocentes: la aparición de una norma como castigo que puede ser insuficiente para el pago, pero no el olvido de la crueldad de maltratar y causar la muerte de quien proporciona la vida.

Esta es la postura desde donde las mujeres, como sujetas políticas, asumen la vida y no resisten a todas las formas de violencia en contra de su género y de las clases populares; mujeres  con mayor rigor de sufrir la injusticia y la desatención que proviene de los gobiernos de turno, a pesar del estado social de derecho que consagra la constitución política de nuestro país Colombia.

Evidente es entonces,  encontrar mujeres que revisen de manera sigilosa y poco creyente, posiciones de solidaridad y acompañamiento que busque el alivio de sus penas, convirtiendo la elaboración de duelos  en el cierre de ciclos y es por eso que desde la psicología se habla de resiliencia. 




[1] Psicóloga.  Candidata a Magister en  Familia.  Docente de Tiempo Completo en el programa de Psicología, sede Barrancabermeja.
[2] Psicóloga.  Magister en Educación.  Docente de tiempo completo de la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Barrancabermeja.


La violencia en Colombia
Autor: Ronald José Villa[1]

Hablar de la violencia es adentrarnos en la naturaleza misma del ser humano. Desde los tiempos ancestrales encontramos que ésta surge de las emociones del hombre, odio, amor, envidia, pasión, desesperanza; emociones que mal encaminadas desatan lo peor de nosotros y nos llevan a actuar irracionalmente y no como el ser evolucionado que pregonamos ser.

Nacimos rodeados de violencia. Sí, Colombia es un país violento, día a día los medios de comunicación nos saturan de violencia; claro, si es lo que más vende, así es como suben sus indicadores de rating y mantienen atiborrada a una población ávida y morbosa que ansía la hora de las noticias para llenarse de eso: que ¿cuántos mataron hoy?, que no hay nada bueno en las noticias hoy porque simplemente no hubo homicidios ni atentados.

Durante años Colombia ha sufrido los horrores de una violencia sin sentido, flagelos como la guerrilla, el paramilitarismo, los gobiernos corruptos, el narcotráfico, entre muchos otros han deteriorado la imagen de nuestro país en el exterior y aun en nosotros mismos. Hemos anhelado, creyendo en falsas promesas, una paz que solamente podemos encontrar en cada uno de nosotros. Cambiando nuestra manera de pensar, mudando nuestros corazones, dejando atrás odios y resentimientos, creyendo en Colombia, en la pujanza de su gente, en aquello que nos identifica en el mundo, como gente amable y noble, haciendo a un lado lo que nos separa y abrazando aquello que nos une; sólo así podemos encontrar esa verdadera paz.



[1]  Contador Público.  Especialista en Revisoría Fiscal.  Docente de Tiempo completo de la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Barrancabermeja.

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