CREACIÓN LITERARIA
Docentes de la UCC
Barrancabermeja
Una anécdota familiar
Autor:
Ovidio Pimentel Carretero[1]
La
violencia ya es algo natural en nuestra vida actual. A pesar de que se ha perfeccionado la
civilización, seguimos encontrando demostraciones de violencia cada vez más
sistematizadas. Colombia ha sido nombrada en varios tipos de estudios como uno
de los países más felices del mundo; sin embargo, esto contrasta con la
violencia que se ha registrado casi ininterrumpidamente desde la época
Colonial. Siempre he pensado que he estado exento a esta situación, pero
revisando mejor la historia familiar encuentro que sí he sido afectado, aunque
no lo parezca: gracias a que mi padre decidió no alimentar sentimientos de
venganza, la muerte de mi abuelo a manos de un godo en medio del periodo de la
violencia, tan sólo es una anécdota familiar más.
Nunca
he tenido que cargar con la violencia, pero hurgando un poco más en la memoria,
la crónica roja siempre estuvo presente.
Recuerdo que en mi infancia me llevaban a visitar la familia extendida
en Bucaramanga, y era allí donde, sin tener en cuenta la presencia infantil,
recordaban los nefastos episodios en los cuales sonaban las botas de los
chulavitas, que eran el anticipo de los excesos que se aproximaban, pero
también las matanzas ejecutadas por cachiporros sedientos de venganza, por
tanta sangre y ultraje acontecidos. A
pesar de todo esto, en mi ciudad Barrancabermeja nos hemos podido aproximar a
hechos de violencia. Aunque siempre viví en una zona donde no había violencia
explícita, era inevitable en ocasiones encontrar a la policía y a los cuerpos
de investigación realizando levantamientos de cadáveres.
Algo
que siempre vivimos fue la imposibilidad de cruzar esa línea fronteriza del
puente elevado, zona de dominio de movimientos insurgentes. Nunca tuve claro
quiénes eran, pero sabía que no podía visitar a mis familiares que vivían en
esa zona.
La
violencia está inmersa en nuestra forma de vivir, en nuestra cultura; tanto
así, que los medios de comunicación se han apalancado en la violencia para
ganar rating. Me llama mucho la atención que el nivel de tolerancia con la
muerte da para hacer bromas con Pablo Escobar, quien se presentó como un
potenciador de la violencia de nuestro país.
En fin, veo con ojos preocupados que la violencia
[1] Profesional en Mercadeo.
Docente tiempo completo Universidad Cooperativa de Colombia. Área de
actuación Marketing.
Por un
aleteo de paz
Autora: Cristina Arenas Sepúlveda[1]
Cuán
corta y breve es la palabra paz y cuán infinita, profunda y esquiva su ausente
presencia. En Colombia la dibujamos cual
paloma blanca, unas veces con las alas abiertas, otras atrapada en las manos de
una persona y otras en vuelo; y cuando
ella, frágil ave, toma vuelo alejándose del suelo, doblega el alma del pueblo,
quien constreñido de dolor, espasmos y furor vierte en lágrimas su desazón.
Se
busca con afán, con paciencia y con violencia; ora allí o acullá; y en esta
incierta realidad, la paz navega en un mar pleno de náufragos, de voces que se
pierden en el vacío; marcha y trasiega por los
caminos sin fronteras; la paz no se halla, la paz es viajera; la han ido
a buscar y no la encuentran; se reclama y proclama; se agita y palpita, ¿dónde
estás paz?, ¿por qué te escondes?
En
los círculos sociales, en las esferas de poder y en muchos triángulos
perversos se teje y cocina la receta de
la paz; mientras en las grandes masas populares se escucha el grito sordo
“Queremos la paz, queremos la paz” y ella, atascada en un enredo de
preacuerdos, perdida en
un entramado de temas y una alucinante lucha de poder… languidece. El horizonte en el que se ha establecido el
nido, es torpedeado desde una esquina y otra; unos y otros intentan
desbaratarlo; son tan frágiles y vulnerables los nidos que ver aletear los
polluelos es casi un acto sobrenatural; el de la paz, organizado allende el
mar, está siendo destrozado en esta tierra, en este mar y en este pueblo que
envejece en medio de la guerra.
Como
dirían los curas, la paz no está fuera de ti, no la busques en otro lugar; ella
permanece adormecida en las entrañas de tu alma; cultívala en ti mismo, cuida
de ti y de lo que te rodea; empieza a sembrar pensamientos y actos plenos de
humanidad. Existe, existe conscientemente, lúcidamente; abandona el mutismo;
permítete ser viajero de la paz, que ella vaya en ti, que sea parte de tu
lenguaje, de tus actos y de tu mirada; sé la persona de la paz.
[1] Licenciada en Filosofía y Letras.
Magister en Evaluación en Educación.
Docente de Tiempo completo Universidad Cooperativa de Colombia; con
cargo Administrativo en el Centro de Investigaciones.
La mujer
y la violencia
“y eso que no sabemos mas que los números
oficiales, que no nos imaginamos la cantidad real de mujeres asesinadas
diariamente por esposos, ex esposos, amantes, novios y padres” Ana Lydia Vega,
1994
En
posición conciliadora, la resistencia activa no violenta, inspirada en los
principios de civilidad y autonomía, de respeto y amor, se ha constituido
como principal mecanismo para defender y
construir los derechos que le han sido negados a la mujer. Precisamente por su condición de clase y de
género, este infortunio lo ha vivido de generación en generación y parece ser
que solo ahora hay eco por un interminable registro de muertes nefastas de
mujeres inocentes: la aparición de una norma como castigo que puede ser
insuficiente para el pago, pero no el olvido de la crueldad de maltratar y
causar la muerte de quien proporciona la vida.
Esta
es la postura desde donde las mujeres, como sujetas políticas, asumen la vida y
no resisten a todas las formas de violencia en contra de su género y de las
clases populares; mujeres con mayor
rigor de sufrir la injusticia y la desatención que proviene de los gobiernos de
turno, a pesar del estado social de derecho que consagra la constitución
política de nuestro país Colombia.
Evidente
es entonces, encontrar mujeres que
revisen de manera sigilosa y poco creyente, posiciones de solidaridad y
acompañamiento que busque el alivio de sus penas, convirtiendo la elaboración
de duelos en el cierre de ciclos y es
por eso que desde la psicología se habla de resiliencia.
[1] Psicóloga. Candidata a
Magister en Familia. Docente de Tiempo Completo en el programa de
Psicología, sede Barrancabermeja.
[2] Psicóloga. Magister en
Educación. Docente de tiempo completo de
la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Barrancabermeja.
La
violencia en Colombia
Autor: Ronald José Villa[1]
Hablar de la violencia es adentrarnos en la naturaleza misma del ser
humano. Desde los tiempos ancestrales encontramos que ésta surge de las
emociones del hombre, odio, amor, envidia, pasión, desesperanza; emociones que mal
encaminadas desatan lo peor de nosotros y nos llevan a actuar irracionalmente y
no como el ser evolucionado que pregonamos ser.
Nacimos rodeados de violencia. Sí, Colombia es un país violento, día a día
los medios de comunicación nos saturan de violencia; claro, si es lo que más
vende, así es como suben sus indicadores de rating y mantienen atiborrada a una
población ávida y morbosa que ansía la hora de las noticias para llenarse de
eso: que ¿cuántos mataron hoy?, que no hay nada bueno en las noticias hoy
porque simplemente no hubo homicidios ni atentados.
Durante años Colombia ha sufrido los horrores de una violencia sin sentido,
flagelos como la guerrilla, el paramilitarismo, los gobiernos corruptos, el
narcotráfico, entre muchos otros han deteriorado la imagen de nuestro país en
el exterior y aun en nosotros mismos. Hemos anhelado, creyendo en falsas
promesas, una paz que solamente podemos encontrar en cada uno de nosotros.
Cambiando nuestra manera de pensar, mudando nuestros corazones, dejando atrás
odios y resentimientos, creyendo en Colombia, en la pujanza de su gente, en
aquello que nos identifica en el mundo, como gente amable y noble, haciendo a
un lado lo que nos separa y abrazando aquello que nos une; sólo así podemos
encontrar esa verdadera paz.
[1] Contador Público. Especialista en Revisoría Fiscal. Docente de Tiempo completo de la Universidad
Cooperativa de Colombia, sede Barrancabermeja.
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